“Los pobres no pueden esperar”, esta frase del Papa Juan Pablo II, tiene que cuestionar profundamente a los jóvenes de Latinoamérica. Vivimos en un continente con ciento setenta millones de seres humanos que sobreviven bajo la línea de la pobreza, en la miseria. Ellos no pueden seguir esperando a que los universitarios latinoamericanos terminen sus estudios, para cambiar el país. Porque si terminan sus estudios, sin antes haber hecho nada por los más pobres en ese período de estudiantes, nunca más lo harán.
Usarán sus profesiones para enriquecerse ellos mismos, como lo comprueban las escandalosas distribuciones de ingresos que presenta nuestro continente.
Más escandaloso aún, es saber que parte importante del financiamiento de los universitarios en Latinoamérica, es financiado con recursos que son de todos, incluidos los más pobres. No se financian los estudios sólo con las cuotas que paga cada estudiante, pues todos los estados latinoamericanos invierten recursos para la formación de sus profesionales. Así, se dejan de construir más puentes, hospitales, escuelas y caminos, para invertir en profesionales, de quienes se espera saquen al país de la pobreza.
Pero, ¿qué harán estos futuros profesionales, sí siendo jóvenes estudiantes no se involucraron nunca con la pobreza, sí no conocen los verdaderos desafíos de sus países, sí viven como turistas del “primer mundo”, en su propia patria? Lamentablemente no podemos esperar mucho de ellos, se habrá perdido lo que el país, con mucho sacrificio, en ellos invirtió.
Universitarios de Latinoamérica: No permitamos que los pobres sigan esperando. Tenemos que hacer nuestras sus angustias. No se trata de enredarnos en ideologías, de llenarnos de discursos incendiarios, de ponernos amargos. Se trata de involucrarse con los más pobres, hacer nuestros sus dolores y esperanzas, que ellos nos sientan siempre de su parte. Se trata de estudiar con seriedad, de no conformarse con aprobar cursos y sacar un título.
Hay que llevar los problemas de la realidad al estudio, exigirles a los profesores respuestas aplicables a las realidades de nuestros países, hay que quemarse las pestañas para entender la verdad del error. Hay que buscar soluciones que no las paguen los más pobres, hay que sospechar de soluciones simplistas y de los iluminados que prometen soluciones sin sacrificios y sin sacrificarse ellos primeros.
No permitamos que los pobres sigan esperando, de alguna manera tenemos que tomar el problema en nuestras manos: tenemos que TOMARNOS EL CONTINENTE. Esto será posible de hacer, sí y sólo sí, somos consecuentes con nosotros mismos. Si somos disciplinados, coherentes, sencillos y generosos. Si estamos dispuestos a entregarnos por un ideal. ¿Cuántos han querido cambiar el mundo, y el mundo ha terminado por cambiarlos a ellos? ¿Cuántos adultos os dicen con ironía, que ellos pensaban lo mismo que nosotros, cuando ellos eran jóvenes?
No perdamos más el tiempo, hay mucho que hacer, los pobres no pueden seguir esperando. No permitamos que los pobres sigan esperando. De nosotros, de nuestra generosidad, dependerá cuánto tendrán que esperar…
Felipe Berrios, SJ.
Capellán
Un Techo Para Mi País